“…En cuanto al rol del docente, históricamente ha sido empapado del entorno e inevitablemente utilizado como dispositivo de poder que articula las masas (Foucault, 1991;Puigross, 1999) y por su lucha por la autonomía (Freire, 2005;Palermo, 2014), no exenta de contradicciones (Reyes, et Al., 2012). Extensa ha sido la trasformación de sus funciones (Bedoya, 2005;Blanco et al, 2013), pero la que nos atañe es la producida en la llamada tercera revolución educativa (Esteve, 2003): Escolarización inclusiva, déficit culturales, y el 100% de cobertura escolar, que se traducen en la visibilización y abordaje por parte del docente de problemáticas sociales, multiculturales, morales, entre otros, en un espacio escolar en que se deben integrar (en el aula) episodios de delincuencia, abusos, carencias emocionales, en un momento socio-histórico en el que la humanidad se desdibuja cosificado por el mercado (Bauman, 2007).…”