0.1. Con el auge de los estudios neorretóricos desde mediados de los años sesenta (A. Schiaffini, 1962;Christensen, 1967; M. Maccoby, 1973;L Heilmann, 1978), se ha producido una situación general más próxima casi siempre al desconcierto que a la clarificación en puntos esenciales. Con mucha frecuencia las causas de ese confusionismo arrancan de un deficiente entendimiento de la auténtica dimensión científica de la Retórica, aunque esto pueda quizá escandalizar como afirmación de entrada a algunas personas. A la Retórica se han acercado en los últimos decenios dos tipos al menos de estudiosos, dotados de formación y de intereses muy distintos. De una parte los investigadores de la tradición clásica, como Lausberg (Lausberg, 1960;Martin, 1974), movidos de una voluntad de reexhumación en todos sus extremos y dimensiones de la ciencia Retórica. Sin embargo, es necesario reconocer que ha faltado, incluso en los mejores casos, como el del propio Lausberg, capacidad o quizá voluntad de integración de esa disciplina perfectamente rescatada en la mayoría de sus enunciados y adecuadamente articulada en sus clasificaciones, en los esquemas de las modernas disciplinas del discurso. Esto resulta a primera vista y sin paliativos escasamente acertado. Ya que la Lingüística moderna, pariente muy próxima de la Retórica incluso en la gran variedad de sus vías metodológicas de acceso al fenómeno del lenguaje, ofrece un balance ejemplar, si no perfecto, dentro del desarrollo de las llamadas 7