“…De otra parte, se sabe que los educandos además de manejar sus destrezas cognitivas y meta cognitivas, organizan su forma de estudio y jerarquizan su aprendizaje; por tanto, comprender las disimilitudes en los estilos de aprendizaje es sustancial para diseñar una enseñanza balanceada efectiva (Murphy, 2005), puesto que, estos sirven como indicadores para percibir y procesar mejor los datos en contextos habituales de aprendizaje (Sternberg y Zhang, 2014), solo así, se podrá superar ciertas brechas en particular en los niveles de compresión lectora; ya que, según reportes últimos sobre el desempeño de los estudiantes, preocupan a educadores e investigadores, haciendo de la lectura crítica una de las prioridades de la educación (García-Martín;, aunque, se viene implementado diversos enfoques, modelos, estrategias, técnicas y metodologías, poco se conoce de su efectividad para la incorporación de la competencia genérica de comprensión lectora en los planes de estudio de las instituciones (Pelosi et al, 2019). Por consiguiente, estos vacíos se convierten en grandes retos a los que hace frente la educación en el siglo XXI, lo cual requiere un esfuerzo conjunto de la comunidad educativa (Rodríguez et al, 2015), con el fin de desarrollar el pensamiento crítico y autónomo para mejorar el nivel de los escolares de su aprendizaje a lo largo de la vida (Delhi, 2009).…”