El artículo aborda cómo el nexo entre el avance del espíritu individualista de emprendimiento y el estallido de la pandemia contribuye de manera decisiva a acentuar el perfil burocrático-administrativo del director escolar, al presionarlo para que renuncie a su rol intelectual-formativo, en nombre de funciones burocrático-administrativas, despojadas de su significado cultural. En este contexto, se defiende la hipótesis de que la aclaración de esta función intelectual-formativa implica un diálogo crítico con la tradición pedagógica clásica, especialmente con la noción de formación humana entendida como preparación, proveniente del antiguo sentido grecolatino. También muestra cómo emerge de este diálogo la dimensión ético-política que es indispensable para hacer democrática y participativa la forma de gobierno que ejerce el director de la escuela.