En el siglo XIX Cuba se convirtió en una importante potencia económica, aunque siguió dependiendo de España. Al mismo tiempo que se producían una serie de transformaciones sociales, la delincuencia aumentaba. Es así como, como parte de una estrategia biopolítica, se introdujeron mecanismos de intervención para esa población de indigentes, deambulantes, huérfanos pobres y enfermos mentales, colocados en el imaginario social y en el discurso político e intelectual como responsables de una situación de insalubridad y peligrosidad. Un sector objetivo de esa estrategia fue la infancia pobre, para las que, desde un discurso caritativo, se crearon una serie de instituciones reformatorias. En este artículo analizamos, desde una perspectiva foucaultiana, el funcionamiento de dos de estos espacios: el Asilo San José, que había funcionado hasta el final de la etapa colonial y la Escuela Correccional para varones, creada para reemplazar al anterior, pero con un desempeño similar.