“…Esta última, una institución que ejemplifica el quinto dilema de indefinición, por el que es complicado tener evaluaciones sobre cohesión social a lo largo del tiempo (Kropp y Lein, 2012), máxime cuando ni siquiera dentro de un organismo se mantienen las dimensiones para entenderla y las variables para medirla. La Cepal incorporó el concepto de cohesión social de manera temprana, como una de las claves para la transformación productiva y la exigencia de equidad en los procesos de modernización (Lahera, Ottone y Rosales, 1995), es decir, vinculando el concepto a un objetivo político de desarrollo económico con inclusión que incidía en la dimensión de la desigualdad. Esta política condujo a asumirla como un fin dotador de contenido de las políticas sociales (Ottone, 2007), trasladable a indicadores de medición basados en un planteamiento teórico por el que, primero, había que localizar las distancias sociales en términos de ingresos, empleo, derechos y consumo; segundo, situar al Estado como un medio de corrección de esas distancias, vía las reglas democráticas, la normas, la operación en el mercado y las políticas públicas; y, tercero, ver a la cohesión social como un resultado dador de contenido de las políticas en términos de diversidad, capital social, valores, pertenencia y expectativas (Villatoro, 2017;Villatoro y Rivera, 2007) (tabla 1).…”