Alejados de la característica polarización Estado-mercado propia de la era de la Guerra Fría, el nuevo milenio nace enfrentado a dos desafíos importantes: la redefinición del espacio político-económico internacional y el advenimiento de nuevos actores no gubernamentales que demandan un papel como intermediadores políticos no partidarios en temas como derechos humanos, ambiente, pobreza y exclusión. En consecuencia, se abre un nuevo juego de relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad civil. En este marco, los nuevos desafíos rechazan soluciones comandadas por actores unitarios, sean Estados u organismos internacionales. Las relaciones entre países exigen hoy la apertura a nuevas instancias de representación colectiva que trascienden la esfera pública y los vínculos con los aparatos institucionales del Estado. En este sentido, sociedad civil, gobiernos y organismos internacionales forman una nueva tríada de relaciones cuya modalidad de interacción y articulación de intereses se redefinen en el mundo globalizado. Las transformaciones más recientes y los procesos actuales marcados por la expansión de la democracia y el predominio de la economía de mercado apuntan a formas aún más diversificadas de acción colectiva, expresiones sociales y significaciones políticas. Este proceso ha implicado la emergencia de organizaciones e instituciones cuya razón y naturaleza no emanan estrictamente de intereses nacionales, sino que sustentan motivaciones y objetivos globales. Sociedad civil y actores gubernamentales, incluidos los organismos internacionales, buscan su identidad y su lugar en este nuevo escenario.