“…Luego, los procesos de racionalización que trabajan la sociedad y la Iglesia (40) van arrinconando a la figura demoníaca a espacios sociales circunscriptos, como la llamada "religiosidad popular" y el espacio limítrofe entre la religión y la expresión de los malestares físicos y psíquicos (41) . La reaparición de la figura del diablo en el centro de las prácticas de grupos religiosos diversos desde mediados de la década de 1980 se ha constatado tanto en la tradición católica (9,10,11,13,25,28,37,38) como evangélica (14,15,16,26,27) . Asociado a las prácticas carismáticas y pentecostales, difundido por crisis económicas, morales y sociales, e impulsado por la autonomización de la construcción de las creencias, el imaginario satánico se hace presente en las primeras décadas del siglo XXI.…”