“…Tras las últimas tres décadas, en efecto, con la difusión del saber en las dinámicas del progreso técnico y en la organización productiva, los economistas, los políticos, los científicos, así como gran parte de la sociedad civil e intelectual convienen que el conocimiento y la tecnología, sobre todo la comunicativa, se han impuesto de forma ineluctable, como componentes fundamentales para el crecimiento económico. Desde la perspectiva crítica (González de Requena Farré, 2010;Innerarity, 2011;Maniglio, 2015;Matsuura, 2005;Mattelart, 2006;Restakis, 2015;Rubio, 2003;Serrano & Crespo, 2002;Sierra Caballero, 2006) hay que rescatar cómo este "hecho indiscutible" −esta incontestable noción de sociedad como una acción político-económica− determina nuevas experiencias del mundo, transformaciones y problemáticas sociales. Los antagonismos capital-trabajo y los conflictos políticos inmanentes a este desarrollo de la relación saber/poder (Vercellone, 2006a), en efecto, se dirigen gracias a un sistema de gobernanza comunitario (Kim, 2004), caracterizado por una alianza tecno-científica que tiende a favorecer la convergencia de los proyectos de Sociedad de la Información y del Conocimiento con teorías y producciones científicas como las del Crecimiento Endógeno, del Capital Humano, de las competencias sociales y de la Economía del Conocimiento (Maniglio, 2016).…”