“…Bien entrado el siglo XXI, e independientemente del prisma ideológico desde el cual se enfoque (Senz, 2011), la necesidad de incluir la variación lingüística en la enseñanza de ELE está ampliamente aceptada tanto desde un punto de vista académico (Andión-Herrero, 2007;Muñoz-Basols y Hernández-Muñoz, 2019;Paffey, 2019) como institucional (Battaner y López, 2019;Bueno-Hudson, 2019). Dicho compromiso se encuentra también reflejado en el MCER, donde dentro del desarrollo de las competencias sociolingüísticas destacan epígrafes dedicados a los «dialectos y acentos», a las «diferencias de registros» o a la capacidad de «mediar con eficacia y naturalidad entre usuarios de la lengua meta y miembros de su propia comunidad teniendo en cuenta las diferencias socioculturales y sociolingüísticas».…”