El otro obstáculo es la existencia de los mitos que sobre el arte de los siglos XVII y XVIII, a fuerza de repetirlos, han calado en el ideario común de la sociedad chilena. Son varias personalidades las que podemos citar, como Roa Urzúa (1920), quien dice: Muy sensible es, pero verdadero, que nuestra pintura fue pobre en número y más pobre aún en calidad antes de la independencia. El Maestro Gil, que dejó su nombre ligado a varios retratos, fué muy mediocre y floreció ya en la alborada de la República (p. 68) 1 .