“…19,20 Disminución del 56,45% de donantes a nivel nacional 21,22 Algunos autores consideran que la infraestructura hospitalaria (número de camas UCI, número de ventiladores, disponibilidad de áreas y rutas libres de COVID-19, disponibilidad de hemoderivados, elementos de protección personal para el equipo médico) y la transmisión local del virus, son factores determinantes para la toma de decisiones clínicas en relación a la donación y trasplante; se postula que en términos de racionalizar las intervenciones médicas en medio de la pandemia, es necesario considerar al trasplante renal como una intervención que no salva la vida de un paciente a corto plazo, ya que se cuenta con el soporte dialítico, y por lo tanto podría ser una actividad que se podría posponer sin generar un impacto adverso significativo en el receptor, excepto en casos altamente seleccionados (pérdida de acceso vascular o cavidad peritoneal para diálisis, pacientes altamente sensibilizados). En trasplantes como el hepático, cardíaco o pulmonar, cuyos potenciales receptores tienen un riesgo elevado de mortalidad a corto plazo, la posibilidad de diferir la intervención resulta ser menor y los programas deben instaurar protocolos de atención que permitan minimizar el riesgo de complicaciones asociadas a COVID-19 en caso de continuar con su actividad clínicoquirúrgica, 28,29 sin embargo, es necesario que en la toma de decisiones clínicas respecto a trasplantar o no, se tomen dichas decisiones con base en la adecuada racionalización y disponibilidad de los recursos humanos y físicos, y en la posibilidad de mitigar riesgos para el equipo de salud y los receptores de trasplante. 30 Kumar y cols., 28 plantearon cuatro escenarios para la ejecución de trasplantes de órganos durante la pandemia, con reducciones en la actividad del 25, 50, 75 y 100% según el estado de urgencia del receptor, la capacidad institucional, la saturación hospitalaria por casos positivos para COVID-19 y la disponibilidad de recurso humano en salud.…”