En los 25 años de existencia de nuestra revista CIUR, diversos cambios sociales, económicos, tecnológicos, ambientales y de gobierno han afectado con mayor o menor intensidad a la práctica de la planificación urbana y territorial. En estos años han surgido nuevas formas de hacer urbanismo como respuesta a nuevas demandas, se han consolidado otras tradicionales por su demostrada utilidad social y se han cuestionado otras obsoletas por su ineficacia para afrontar los retos de las ciudades contemporáneas. Sin ánimo de efectuar un recorrido exhaustivo sobre las vicisitudes que ha experimentado el Urbanismo en el último cuarto de siglo, en este breve artículo me centraré en describir la evolución que han seguido los estudios del futuro en nuestro campo profesional.Históricamente, uno de los objetivos fundamentales de los urbanistas ha sido tomar decisiones en el presente para guiar desarrollo las actividades urbanas en el futuro y así mejorar las condiciones de vida. En otras palabras, los urbanistas han tratado de prever la evolución futura de las ciudades con el fin de anticipar y corregir los posibles impactos que pudieran afectarlas. Sin embargo, en la actualidad los planificadores urbanos no parecen perseguir con mucho convencimiento ese objetivo. A principios del siglo XX, visionarios como Daniel H. Burnham, Antonio Sant'Elia o Le Corbusier se esforzaron en escenificar con dibujos y palabras cómo serían las ciudades del futuro. Detrás de estas visiones de futuro no había reflexiones y análisis muy rigurosos que fundamentaran sus propuestas urbanas, más bien el sustento procedía de la intuición e imaginación del propio arquitecto-urbanista. A pesar de todo, esas visiones urbanas, cargadas de fuertes dosis de utopía, eran capaces de estimular e ilusionar a una amplia audiencia ciudadana.A partir de los años 50 los urbanistas se volcaron en el desarrollo de modelos cuantitativos como la opción más rigurosa y precisa para prever el futuro, pero al mismo tiempo la menos amigable para comunicarse con los ciudadanos (HALL, 1996;TERÁN, 1996). Pronto estos modelos generaron un profundo desencanto debido a la magnitud de los errores cometidos en las predicciones, poniendo así de manifiesto las limitaciones del urbanismo científico y tecnocrático. Al descrédito sufrido por los modelos de simulación se sumó la incertidumbre producida por las turbulencias acaecidas en los años 70 --crisis energética, agotamiento de los sistemas políticos, crecientes impactos ambientales y cambios demográficos-que dejaron obsoletos los paradigmas anteriores. Bajo estas circunstancias, el planificador perdió sus marcos de referencia tradicionales y terminó reconociendo su impotencia para realizar previsiones fiables y explicar fenómenos urbanos complejos mediante leyes científicas y patrones regulares. De este modo, los urbanistas se fueron distanciando de las técnicas de previsión y pasaron a practicar una planificación más contingente, pragmática y cortoplacista.A mitad de los años noventa, en determinados campos de conocimiento renació el ...