RESUMEN Una de las características de las prácticas de evaluación en la educación inicial es la inexistencia de calificaciones numéricas. Sin embargo, la evaluación en el nivel inicial no está exenta de tensiones y paradojas. En base a una consulta abierta a docentes, el artículo ofrece una reflexión sobre la evaluación en ese nivel y sobre los informes individuales en los que se suelen comunicar los resultados de la evaluación. En este punto, se observa el contraste entre dos modelos: el del informe taxonómico, y otro, menos frecuente, que relata de manera más abierta las experiencias de la vida escolar.
RESÚMEN: En este ensayo pedagógico se propone analizar el contraste entre una concepción clasificatoria y medicional de la evaluación y un enfoque, contrario al anterior, susceptible de describirse como una mirada atenta y abierta que no busca “resultados a medir”, sino efectos y huellas interesantes de la enseñanza en la educación infantil. En la concepción medicional, evaluar es “valorar”, tomando como marco de referencia “lo que se espera” de los chicos junto a la pregunta “¿lo lograron?”. Y si no lo lograron se dice que están “en proceso”, que es el eufemismo para denominar el fracaso. En las antípodas de este paradigma tan instalado (y que se presenta como único e indiscutible) existen sin embargo otros lugares desde los que puede pensarse la evaluación, donde el marco de referencia es la intención, amorosa y honesta, de ofrecer enseñanza, cuidado y confianza a todos y a cada uno, sin mezquindad medicional, sin microscopio, sin clasificación, sin listado de competencias a ir alcanzando, sino con el deseo de entender y atender, de escuchar y de aprender. Se sostendrá aquí que para poder mirar educativamente los procesos pedagógicos de la educación infantil es preciso desandar las lógicas imperantes en términos de evaluación medicional, coherente con los sentidos de existencia de este nivel de enseñanza.
El curriculum suele ser definido como la expresión de un proyecto pedagógico y didáctico que orienta a docentes e instituciones para dar forma a las prácticas de enseñanza, convirtiendo ciertos intereses públicos en intereses singulares y situados. Se espera, en ese sentido, que el diseño curricular sea desarrollado en las aulas para decidir qué, cómo y para qué enseñar. Pero a la vez, el curriculum es una suerte de declaración de principios, la expresión de una filosofía y una ideología educativas. Y lo que se espera del curriculum (entendido como manifiesto de ideas, enfoques y miradas sobre la enseñanza de la primera infancia, sobre el conocimiento y sobre la sociedad misma) es que sirva a docentes e instituciones como espacio de inspiración, de reflexión sobre los sentidos de la enseñanza, como fuente de vocabulario, como política de discurso y como ámbito de construcción de pertenencia colectiva a la educación, como proyecto social. En este ensayo nos adentramos en la cuestión del curriculum desde esta segunda perspectiva, y señalamos (apoyándonos en algunos ejemplos específicos de diseños curriculares argentinos) ciertas tensiones en relación a tres ejes: 1. el curriculum como la voz del Estado y de “lo público” en el marco de un fuerte avance de idearios mercantilizantes y gerencialistas para la educación inicial; 2. las formas que adquiere el saber en las formulaciones curriculares, y sus implicancias políticas y pedagógicas y 3. la idea del curriculum como expresión de un sujeto y una sociedad, con las paradojas y contradicciones que habitan esta idea.
Não se aplica.
El objetivo de este trabajo es reflexionar acerca del lugar del “pensamiento computacional” en el discurso pedagógico en Argentina, especialmente en el nivel inicial. Para ello, tomamos referencias bibliográficas y ofrecemos algunos ejemplos tomados de algunos diseños curriculares que hacen referencia a esta categoría. La hipótesis que se despliega en la primera parte del escrito apunta a señalar algunas implicancias que la metáfora del ordenador- acuñada por la psicología cognitiva- tiene al momento de pensar al sujeto que aprende. En un segundo momento, se abordan las relaciones entre el “pensamiento computacional” y otros modelos de pensamiento que suelen acompañar las propuestas de los diseños curriculares (pensamiento crítico, creativo, reflexivo, complejo, expresivo, etc.) En un tercer momento se plantea la pregunta acerca de las posibles implicancias políticas que la promoción del “pensamiento computacional” puede tener en relación a los procesos de mercantilización de los discursos y prácticas educativas.
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