La vida de los seres humanos está fuertemente ligada a la naturaleza y a los beneficios que a diario se reciben de los ecosistemas. Continuar recibiéndolos en el largo plazo depende de la conservación y el uso adecuado que hagamos de ellos. Lograr su sostenibilidad significa mantener su diversidad y productividad a través del tiempo para que las generaciones actuales se beneficien de ellos, sin afectar la disponibilidad para las generaciones futuras. Los ecosistemas poseen la capacidad natural de recuperarse, pero lamentablemente muchas acciones humanas están teniendo un fuerte impacto sobre ellos y los están llevando a su límite. La deforestación, los incendios forestales, el comercio ilegal, la sobreexplotación de especies, la contaminación, las variaciones en el clima como consecuencia del cambio climático y otros factores, alteran la dinámica y equilibrio que existe en los ecosistemas, afectando directamente su capacidad de recuperación y contribuyendo a su degradación y destrucción. El capital natural son los elementos de la naturaleza que directa o indirectamente producen valor para las personas, incluidos los ecosistemas, las especies, el agua dulce, la tierra, los minerales, el aire y los océanos, así como los procesos y funciones naturales. La característica clave que distingue los capitales naturales que proveen servicios ecosistémicos de las funciones o procesos de los ecosistemas es la participación explícita de los beneficiarios. Como tal, una caracterización adecuada de los objetivos de los servicios ecosistémicos implica la consideración de la demanda de servicios, su magnitud y distribución espacial, además de los procesos subyacentes del ecosistema.
El deterioro ambiental tiene costos económicos reales para los países que no siempre se contabilizan. Estos costos se ilustran, en los Estudios Ambientales de País (CEA por sus siglas en inglés) que el Banco Mundial ha realizado para Colombia, México y Perú. En tales estudios se hacen estimaciones conservadoras de costos asociados a aquellos procesos de degradación ambiental que se pueden prevenir localmente, entre ellos los daños a la salud, la pérdida de productividad por erosión de suelos, y los costos de reparación de ciertos pasivos ambientales puntuales. Los resultados de estos estudios sitúan los costos económicos de la degradación ambiental en cerca del 3% del PIB, según (BID, 2013). Estos costos reales incurridos por la sociedad no se reflejan en las cuentas nacionales, lo cual dificulta a los gobiernos priorizar las decisiones de inversión pública ambiental.
Una forma de evaluar los beneficios y valor ecológico y de ecosistemas que emplean las poblaciones humanas es estudiarlas desde el concepto de capital natural. El término capital natural se emplea para referirse al acervo o conjunto de recursos renovables y no renovables como las plantas, animales, aire, agua, suelos, minerales; que se combinan para proporcionar un flujo de beneficios a la humanidad. Este término también se puede definir como el acervo mundial de activos que incluyen geología, suelos, aire, agua, y todos los seres vivos. El término capital natural es una extensión de la noción económica de capital de bienes y servicios provenientes del medio natural, hay que tomar en cuenta que los ecosistemas son sistemas abiertos, que se conectan a distintos niveles y lo que pasa a una escala local tiene implicaciones o efectos a escala global y viceversa. Se comprobó la hipótesis los capitales naturales que emplean con más frecuencia y su nivel de importancia varía según la ubicación y contexto social a lo largo de la cuenca del Río Riachuelo, en Zacapa, Zacapa. Los cinco bienes y servicios ecosistémicos de mayor importancia para la comunidad de Guadalupe por ejemplo fueron el agua, la leña, el ocote (subproducto de Pinus maximinoi), la hierbabuena, la miel de abeja grande. En Pinalito fueron el agua, la leña, el sol, el aire, maíz. En Zacapa el agua, la leña, el ocote, la miel de Apis mellifera y la hierbabuena y en El Terrero, el agua, la leña, la hierbamora, el mango y la miel de Apis mellifera. Cabe resaltar que en todas las comunidades visitadas el agua es un bien muy importante, al igual que la leña y el ocote.
Introducción. Soya (Glycine max (L.) Merrill) posee importancia económica y nutricional por sus niveles proteicos y contenido de aceite vegetal de calidad biológica, necesarios para la alimentación humana y animal. Las alternativas microbianas de biofertilización de este cultivo podrían representar una opción para su producción con bajos insumos en condiciones tropicales. Objetivo. Evaluar el efecto de microorganismos autóctonos (MA) como alternativa de biofertilización de G. max en condiciones de bajos insumos de producción. Materiales y métodos. El experimento se estableció en una finca situada en la localidad El Coco, Yara, Granma, Cuba, sobre un suelo Pardo Mullido Carbonatado, durante el año 2021. Se usaron semillas certificadas de G. max cv. Incasoy-27. La siembra se realizó en primavera a una distancia de 0,70 m x 0,04 m. Se utilizaron tres dosis de MA (12, 24 y 36 L ha-1) y un testigo absoluto. Se evaluaron variables del crecimiento, rendimiento y sus componentes. Se utilizó un diseño de bloques al azar; los datos se procesaron mediante ANDEVA, regresión lineal, correlación y análisis de componentes principales. Resultados. Los MA bioestimularon el crecimiento de G. max en un rango de 12 % y 24 %, mientras que el rendimiento se favoreció entre 16 % y 44 %. El análisis de correlación de Pearson señaló que la masa de semillas por planta y la cantidad de vainas por planta, constituyeron las variables más correlacionadas con el rendimiento. Conclusión. Con la inclusión de MA se logró una bioestimulación del crecimiento en longitud de las plantas de G. max cv. Incasoy-27 en comparación con el testigo y el rendimiento agrícola se potenció.
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