Las tecnologías de la información son la infraestructura base para que el mundo, tal cual lo conocíamos hace una hora, funcione; y aquello que transformará el mundo que conoceremos en la próxima hora.En este contexto social, la educación, como cualquier sector productivo o de servicios, se ve afectada por la tecnología (Toffler, 2001). Pero, ya no solo es hablar de la tecnología como medio para lograr mejores resultados de aprendizaje (Berlanga, García-Peñalvo, & Sloep, 2010;García-Peñalvo, 2011); se trata de poner encima de la mesa la recurrente idea de que se está formando a los profesionales del futuro con las metodologías, las herramientas y las estrategias del pasado.Ante esta realidad, los sistemas educativos deben preparar a nuestros jóvenes para vivir en el mundo digital, para lo cual deben de dominar un nuevo lenguaje sin el que se convertirían en analfabetos digitales. Por tanto, en la escuela no debemos formar únicamente en alfabetismo lingüístico y numérico, sino también en alfabetización digital (Llorens-Largo, 2015).Esta formación relacionada con la informática debe entenderse en las dos vertientes de la educación: la informática educativa y la educación en informática (Sierra-Rodríguez & García-Peñalvo, 2015).Hasta ahora el esfuerzo se ha orientado mayoritariamente a convertir a nuestros jóvenes en usuarios de herramientas informáticas. Esto ha pasado de ser necesario a ser insuficiente, porque el uso de aplicaciones software es un lenguaje digital que queda obsoleto en un tiempo que no es proporcional, en esfuerzo, al que se invirtió en adquirir las destrezas.Por ello, el reto está en preparar a nuestros jóvenes para enfrentarse al mundo en el que les tocará vivir, dotándoles de las herramientas cognitivas necesarias para desenvolverse con éxito en el mundo digital, es decir, en lugar de enseñarles solo la sintaxis de un lenguaje cambiante, se les debe instruir