“…Este también es un problema de vieja data -el sistema carcelario venezolano ha tenido una pésima reputación desde hace mucho tiempo, siendo considerado entre las más violentos de América Latina y el mundo-. Sin embargo, en los últimos años la mayor preocupación ha sido la pérdida de control de dichos centros de manos de los propios reclusos, lo cual no solo ha tenido como consecuencia la persistencia de la violencia en las cárceles, sino que, además, ha llevado a que esos recintos se consoliden como centros de distribución, organización y ejecución de delitos más allá de sus confines, con la ayuda de otras bandas o incluso de efectivos militares y policiales (véase Antillano et al, 2016). En algunos sitios las bandas de reclusos armados que los controlan son tan poderosas, que hasta tienen la oportunidad de organizar todo tipo de actividades (incluso de entretenimiento y diversión).…”