“…La heterogeneidad de perspectivas de quienes tienen la capacidad de priorizar determinadas visiones (liderazgo institucional) y de aquellos que implementan las prácticas docentes e investigadoras en las instituciones sugiere que el mundo aún se encuentra en una etapa inicial de institucionalización de la diversidad en la educación superior (Buenestado et al, 2019). Sin perjuicio de que el discurso político haya contribuido al avance de algunas prácticas en determinadas áreas del funcionamiento institucional (Álvarez-Castillo et al, 2021;Álvarez-Castillo & García-Cano, 2022), se identifican en él significados pragmáticos y basados en el mercado (Hode and Meisenbach, 2017;Hendin, 2022;Thomas, 2018Thomas, , 2020, así como el deseo de mantener una imagen institucional deseable (Ahmed, 2007;Bhopal, 2022aBhopal, , 2022bBourabain & Verhaeghe, 2022;Ford & Cate, 2020;Ford & Patterson, 2019), con prácticas que solo se corresponden parcialmente con las que los discursos sobre diversidad tratan de normalizar (Balbachevsky et al, 2019;Elwick, 2020;Harpur et al, 2022;Khan et al, 2019;Thomas, 2018). Estas prácticas no se orientan decididamente a la realización de los cambios estructurales que puedan superar el statu quo que Thomas (2018Thomas ( , 2020 etiqueta como «régimen de diversidad», entendido este como un «conjunto de significados y prácticas que institucionaliza un compromiso benigno con la diversidad y, al hacerlo, oscurece, afianza e incluso intensifica la desigualdad racial existente al no realizar cambios fundamentales en la forma en que se distribuyen el poder, los recursos y las oportunidades» (Thomas, 2018, p. 141).…”