“…Por ende, por la vía de la moderación de las expectativas inflación, un banco central con un régimen creíble de metas de inflación podrá mitigar los efectos negativos de la estabilización macroeconómica sobre las variables reales.En resumen, la literatura empírica reciente señala que los déficits presupuestarios, la oferta monetaria, el tipo de cambio y las expectativas inflacionarias son las principales fuentes de inflación. Asimismo, la literatura econométrica hace hincapié en los siguientes aspectos: i) las perturbaciones cambiarias fueron una de las principales causas de la inestabilidad de los precios en los países latinoamericanos con elevadas tasas de inflación, como la Argentina, el Brasil y México "en la década de 1980"(Dornbusch, Sturzenegger y Wolf, 1990); ii) más recientemente, la expansión fiscal y monetaria ha generado más inflación que la depreciación del tipo de cambio(Rogers y Wang, 1995); iii) el efecto traspaso disminuye a medida que el proceso de estabilización macroeconómica se consolida(Baqueiro, Díaz de León y Torres, 2003;Capistrán, Ibarra y Ramos-Francia, 2012;Cortés, 2013;Guillermo y Rodríguez, 2014;Rodríguez, 2015); iv) sin embargo, el efecto traspaso del tipo de cambio a los precios, si bien ha disminuido en comparación con el pasado, probablemente ha sido subestimado(Hernández, 2015), y v) la política monetaria de metas de inflación ha sido útil para mantener a raya las expectativas inflacionarias en países en desarrollo como el Brasil y México(Carrasco y Ferreiro, 2011;Caldas, 2013). Del mismo modo, la actividad económica es sensible a las perturbaciones fiscales y las reales y, en menor medida, a las de tipo monetario y cambiario(Rogers y Wang, 1995).…”