Los paisajes de la agricultura surgen de la interacción entre la naturaleza y el ser humano a lo largo del tiempo. Más allá de su finalidad productiva, forman parte de la identidad territorial de las personas que los habitan, donde la tradición, el saber hacer y el conocimiento de los ciclos naturales conforman un legado de clara dimensión cultural. El cultivo del azafrán en Castilla-La Mancha (España) genera un paisaje cultural agrario singular, por su modesta dimensión territorial en relación con el importante peso de los recursos patrimoniales, esencialmente de carácter intangible. El resultado de la revisión bibliográfica, en línea con la Carta de Baeza sobre Patrimonio Agrario, el análisis estadístico y el trabajo de campo, constatan la potencialidad del paisaje del azafrán como motor de dinamización económica territorial a través de su valoración como recurso turístico.