“…La caída y descomposición de hojarasca es un proceso de depósito y reducción de material orgánico que libera nutrientes al ecosistema para mantenerlo en funcionamiento (Vitousek et al, 1986;Polyakova y Billor, 2007). Esta dinámica que conlleva al reciclaje de nutrientes está precedida por procesos fisicoquímicos tales como trituración, lixiviación, catabolismo y humificación (Rocha-Loredo y Ramírez-Marcial, 2009;Singh y Gupta, 1977), gobernados generalmente por factores de suelo (Bonilla et al, 2008;Aceñolaza et al, 2010), clima (Coûteaux et al, 1995), calidad de hojarasca, abundancia de organismos degradadores (Lavelle et al, 1993;Aerts, 1997;Poggiani y Schumacher, 2004;Bautista y Delgado, 2006), etapa sucesional (Rivera-Vázquez et al, 2013), densidad arbórea y latitud (Reyes-Carrera et al, 2013). La caída y descomposición de hojarasca se ha documentado que responde a patrones de temporalidad, variaciones ambientales de vientos, temperatura y precipitación (Álvarez-Sánchez, 2001), por lo que comúnmente en los zonas con alguna estacionalidad marcada, la caída de hojarasca puede hacerse más notoria en periodos más secos o bien en tiempos de máxima intensidad de lluvias (Ramírez y Ataroff, 2001;Ramírez et al, 2007;Quinto et al, 2007;Rivera-Vázquez et al, 2013), de igual forma se ha encontrado que una mayor tasa de descomposición se efectúa en periodos de alta humedad relacionada con la lluvia, lo que implica una mayor abundancia absoluta de organismos detritívoros (Bonilla et al, 2008;González y Seastedt, 2001), así mismo se ha demostrado que estas tasas de descomposición tienden a ser más altas en bosques tropicales lluviosos que en los secos, con una mayor descomposición en las zonas tropicales (Anderson y Swift, 1983;Del Valle, 2003).…”