“…En este sentido, el acto de escuchar no resistiría su remisión exclusiva al tímpano del oído y a una matriz sonora delineada: también sería una resonancia que se deja sentir en el cuerpo de un modo irreductible a un fenómeno u órgano determinado. La escucha, si consideramos esto, también es resonancia del cuerpo en relación a los hechos que percibimos, también es tocar algo con la punta de los dedos (SZENDY, 2015), también es, al fin, interrogar las transformaciones cualitativas producidas por el movimiento del cuerpo propio en su encuentro con otros cuerpos. Emergería, de este modo, una forma de escuchar que se actualizaría como "una intensificación y una preocupación, una curiosidad o una inquietud" (NANCY, 2007, p. 16), en tanto permitiría interrogar a la propia escucha: auscultarla, con el encanto, como dijera Nietzsche, de "quien tiene oídos detrás de sus oídos" (citado en SZENDY, 2015, p. 71).…”