“…No se pierda de vista que el siglo xviii revolucionó el panorama político-cultural de la vieja Europa y en esta centuria bisagra coexistieron múltiples corrientes artísticas y diversos perfiles de autor. 1 Así las cosas, no extrañará que el breve corpus de Nieto -apenas cinco «papeles»-se haya encuadrado dentro de las polémicas de aquellos días: 2 una peculiar síntesis entre tradición barroca e iluminismo que le ha valido la etiqueta de «neoclásico disidente» (Bonilla Cerezo, 2012); en su afán, un punto sofista, de razonar una poética que no siempre expuso de forma 1 Véase Lorenzo Álvarez (2017). Atestiguan tal heterogeneidad los marbetes propuestos por la crítica para las postrimerías del Barroco, que comprende los tres primeros cuartos del setecientos: «Rococó» (Arce, 2016: 31-37;Carnero, 1983: 68-74;Caso González, 1970), «Postbarroco» (Carnero, 1983: 68-74;Vallejo, 1992), «Ultrabarroco» (Sebold, 2003: 47-75), «Barroco tardío» (García Aguilar, 2009) o «Bajo Barroco» (Ruiz Pérez, 2019: 36-40).…”