La evidencia sobre la importancia de ejercitarse regularmente es abrumadora. Muchas personas, conscientes de ello, recurren a las soluciones simples y atractivas que se les venden por televisión. Lamentablemente, muchos países no tienen reglamentación estricta para la valoración de las afirmaciones que hacen los productos comerciales; más aún, los requisitos para la evaluación científica de los productos relacionados con el ejercicio parecieran no existir. Cada vez que una persona compra un equipo para ejercitarse y poco después decide renunciar al ejercicio por la falta de resultados positivos, se da un paso hacia atrás en la salud pública. El propósito de este estudio fue medir el gasto energético inducido por utilizar un artículo comercialmente disponible para ejercitarse en casa y contrastarla con su publicidad. Se utilizaron distintos métodos de campo y laboratorio para medir el gasto energético de 27 estudiantes jóvenes, aparentemente saludables (15F, 12M; 19,1±1,0 años; 1,647±0,073 m; 63,09±10,13 kg; media±DE.) mientras descansaban en posición decúbito supino durante diez minutos y mientras utilizaban la máquina para ejercitarse 10 minutos a intensidad intermedia. Ninguno de los métodos utilizados registró un gasto energético bruto superior a 272 kJ (65 kcal) en 10 min de actividad; el consumo de oxígeno durante el esfuerzo fue equivalente a 1,54±0,23 METs, que corresponden a 23,4±9,2 kJ (5,6±2,2 kcal) de gasto neto o 70,3±11,7 kJ (16,8±2,8 kcal) de gasto bruto. En contraste, el gasto energético bruto reportado en el comercial del producto es de 277 kcal (1159 kJ) para 10 min. En conclusión, el gasto energético neto real es 1/50 (dos centésimas) del gasto energético presentado en la publicidad.