“…En Holanda, por ejemplo, los jóvenes que se emancipan sin pareja -y esta es, de hecho, la forma hoy en día más común y creciente en este país-tienden a hacerlo en alojamientos compartidos o residencias de estudiantes, más que en vivienda independiente de alquiler o de compra; esto es así aún cuando la mejora de las oportunidades de acceso a la vivienda ha conducido a un aumento del peso relativo de las diversas formas de independización en solitario, a excepción de la opción por alternativa de la compra (Mulder, 2000). En tercer lugar, es precisamente en los países en los que los jóvenes estudiantes tienden a emanciparse mediante residencias estudiantiles donde generalmente éstos pueden disponer simultáneamente de políticas de vivienda social avanzadas, lo que les permite seguir manteniendo la independencia del hogar familiar de origen una vez finalizado su período formativo y habiendo gozado ya hasta entonces del margen de autonomía que proporcionan la independencia residencial provisional (Jurado Guerrero, 2003). Finalmente, no cabe duda de que -pese a su provisionalidad-estas políticas contribuyen a garantizar la maduración y la afirmación de los jóvenes estudiantes como personas independientes; o, si se quiere expresar desde un punto de vista más adultocrático, promueven el acceso progresivo a las responsabilidades representadas por la vida adulta (Patón Casas, 2003).…”