“…En esta cumbre, las grandes empresas transnacionales de energía (Exxon, BP, Chevron, Shell, Total), las agroindustriales (Unilever, Cargill, Dupont, Monsanto, Procter y Gamble), las de la industria química (Dow, Dupont, Basf) y las farmacéuticas (Roche, Merck), representadas en los enviados a la cumbre de los países centrales, presionaron por la incorporación del concepto de economía verde como el nuevo paradigma-guía de la política medioambiental y social mundial. Este concepto, que impulsa la creación de mercados de derechos de emisión de carbono a la atmósfera como mecanismo de desarrollo "limpio", representa la aplicación del programa de la economía clásica al análisis de los problemas ambientales y la consolida como visión hegemónica (Treacy, 2020). Las críticas fundamentales a estas dos posturas se basan en la mirada economicista que "cosifica" a la naturaleza y son consideradas como un "ambientalismo débil" (Massarini y Schnek, 2015, p. 91) ya que no problematizan las causas de la crisis ambiental y tampoco cuestionan las relaciones y formas de producción, distribución y consumo.…”