Dos hechos caracterizan la globalización: de un lado, el incremento de interacciones sociales ha dado lugar a un nuevo ámbito social que se caracteriza por tener sus propias instituciones e imaginarios sociales, los cuales se superponen o entran en conflicto con aquellos que son propios de sociedades particulares; de otro lado, este nuevo ámbito social cuenta con sus propias clausuras, tendencia de lo social a explicarse a partir de sí misma. Juntos hacen parte de un mismo fenómeno por el cual el planeta entero ha participado de lo que en este trabajo se denomina clausura mundánica, proceso mediante el cual el mundo deviene sujeto-objeto-contenedor, llevándolo a ser un imaginario incuestionable. Precisamente porque nadie duda del mundo es necesario hacerlo y analizar cómo se manifiesta, qué efecto tiene en la experiencia de vivir en un ámbito social global, unitario e interdependiente.
Para ello el artículo se encuentra dividido en tres partes: primero, análisis de la mundialización como el proceso por el cual el mundo se hace sujeto de su propio devenir; segundo, análisis de la globalización como el proceso mediante el cual el mundo logra coincidir con la tierra o consigo mismo; tercero, siendo los dos momentos constitutivos de la clausura mundánica, globalización y mundialización han derivado en una tiranía de mundo que no es más que la situación de heteronomía a la que conduce el mundo en la forma de una alienación frente a los entes y el tiempo. En el artículo se exploran las propuestas que caracterizaron el ánimo intelectivo de comienzos del siglo XX y, también, se acudirá a ciertos aportes de la Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales por ayudar a enriquecer esta discusión. El objetivo de esta indagación es poder elucidar ciertos elementos que permitan construir una narrativa alternativa que pueda ayudar a comprender mejor la experiencia de vivir en un mundo en el cual el neoliberalismo se ha hecho una razón global.