“…Ciertamente, la incuestionable datación del 398 o del 1007 d.C. de la pieza -aportada por las acuñaciones monetales de su contenido-, nos sitúa ante un objeto plenamente califal y del que hasta ahora no teníamos referencia alguna en los registros clásicos de la metalistería andalusí (GÓMEZ MORENO, 1951;TORRES BALBÁS, 1987), ni ha sido considerado como tal al no formar parte de las exposiciones que sobre al-Andalus se han montado con posterioridad a su descubrimiento: nos referimos a las organizadas en París (2000) y en Córdoba sobre el esplendor de los omeyas (LÓPEZ, VALLEJO, 2001). De igual forma, desconocemos su origen y si estamos ante una producción de un taller local, como sugiere A. Vallejo (2018), o ante una pieza importada.…”