INTRODUCCIÓNEl esófago de Barrett (EB) es una de las alteraciones más misteriosas y fascinantes dentro del amplio espectro de enfermedades que interesan tanto a gastroenterólogos como a cirujanos dedicados a las enfermedades del aparato digestivo superior. Desde el punto de vista del conocimiento sistematizado de la Medicina, su historia es relativamente breve (conocido desde 1950), su comprensión ha sido confusa, la intimidad de sus características aún se muestra esquiva para los investigadores, sus definiciones han sido lentamente consensuadas 1 y su tratamiento es aún materia de un rico y dinámico debate entre los diversos grupos de especialistas. En la segunda parte de esta revisión hemos querido mostrar el estado actual de este último punto, las alternativas y estrategias de terapia para esta condición, cada vez más diagnosticada por los endoscopistas y cada vez más conocida por nuestros pacientes, lo que presenta un desafío y una obligación para el mundo médico.
Evolución natural y vigilancia de la displasia de alto gradoEl esófago de Barrett es reconocido actualmente como una enfermedad adquirida que se caracteriza por la aparición de metaplasia intestinal en el esófago distal, secundaria a reflujo gastroesofágico (RGE) crónico y que puede progresar a adenocarcinoma siguiendo una reconocida secuencia de displasia de bajo grado (DBG), luego displasia de alto grado (DAG) y finalmente carcinoma invasor 2 . Una de las interrogantes más candentes en esta enfermedad es cuantificar el riesgo de la displasia de alto grado de progresar a adenocarcinoma. Las controversias en esta materia derivan de varios aspectos críticos para una mejor comprensión de esta enfermedad. En primer término está el hecho de lo azaroso que puede resultar el muestreo biópsico dada la distribución heterogénea (en mosaico) de las distintas fases de la metaplasia y displasia en un mismo paciente 3,4 . En segundo término está la posibilidad de extirpar con la biopsia los focos microscópicos de DAG 5 . En tercer término y quizás el más importante, es el hecho de la variabilidad de diagnóstico entre patólogos expertos para diferenciar entre cambios inflamatorios, DBG, DAG y adenocarcinoma, y que puede llegar en el mejor de los casos a 90% de concordancia pero deja un preocupante 10% de incertidumbre en un aspecto que requiere gran precisión en las definiciones para definir las conductas de manejo 6 .Aun bajo estas consideraciones, el análisis de las escasas publicaciones a la fecha ha permitido