“…Es por ello por lo que la universidad, así como las escuelas •campus de prácticas•, como espacios propicios para el desarrollo de una intelectualidad libre y creativa, deben constituirse como un posible medio para desarrollar la reflexión y el oficio docente (Fernandes, 2011). Esos espacios son vistos como fundamentales para la reflexión, porque entre otros aspectos, recuperan la práctica para la iniciación de una reflexión sobre/y en la práctica (Bartlett, 1990); hacen que los educadores sean metacognitivos sobre sus acciones definiéndose sobre lo que saben, lo que sienten, lo que hacen y por qué lo hacen (Zeichner, 1981); permiten la autoexploración de la acción profesional, auto proporcionase un feedback y los estímulos de mejora, así como estudiar el pensamiento y los dilemas futuro profesor, desde su perspectiva (Zabalza, 1994).…”