En el primer tercio del siglo 20 la atención a la infancia abandonada vivió un impulso modernizador en el contexto de la creación de una nueva asistencia social por los poderes públicos. La Segunda República, fruto de su amplio proyecto reformista, pretendió también mejorar la atención infantil y para ello impulsó una normativa protectora que se acompañó también de diversas acciones prácticas. A pesar de estas corrientes renovadoras, en las primeras décadas del siglo 20 y ante la gravedad de la situación vivida por una gran parte de los niños del país -especialmente los de las clases más desfavorecidas- nacieron diversas asociaciones benéficas con la intención de ofrecer la necesaria cobertura a los menores abandonados. Estas organizaciones contaron -también durante la Segunda República- con el apoyo de las autoridades y reunieron a algunos de los protagonistas de la política y la acción social del momento. Entre las numerosas instituciones particulares, destacan una serie de fundaciones sumamente interesantes por su liderazgo femenino, el carácter laico de las mismas y su interés por las nuevas corrientes pedagógicas, como son el Protectorado del Niño Delincuente, la Casa de los Niños de España, la Casa de los Niños del Lyceum Club y la Asociación Auxiliar del Niño.