“…Durante las dos últimas décadas se han publicado cientos de artículos sobre telecolaboración, monográficos y colecciones editadas, ediciones especiales de revistas y hasta una serie de libros: Telecollaboration in Education, editada por O'Dowd y Dooly. Toda esta literatura ha explorado diversas facetas de la telecolaboración, enfatizando sobretodo sus beneficios en el desarrollo de la motivación (Jauregi et al 2012, Ku 2014, Bahari 2018) y diversos tipos de competencias (Jordano, Bárcena y Talabán, 2013;Talabán, Bárcena y Villaroel, 2014;Vinagre, 2016;García Esteban, Villarreal y Bueno-Alastuey, 2019), entre las que destaca la competencia intercultural (Schenker, 2012;Lee y Marke,y 2014;Chen y Yang, 2016;Angelova y Zhao, 2016;De Martino, 2016;Artistizábal y Welch, 2017; Orsini-Jones y Lee, 2018;Lenkaitis et al, 2019;Villalobos, 2019). Sin embargo, la mayoría de proyectos de telecolaboración documentados tienen como objetivo desarrollar la competencia lingüística de sus participantes (Corbett, 2010;Bueno-Alastuey, 2010, 2011Vinagre y Muñoz, 2011;Liddicoat y Scarino, 2013;Canto et al, 2013;Martín-Monje, Bárcena-Martín y Read, 2014;Chun, 2015;El-Hariri, 2016;Bueno-Alastuey y Kleban, 2016), lo que evidencia que una de las áreas que más ha crecido en los últimos años en el ámbito de la telecolaboración es la de la enseñanza de idiomas, especialmente a nivel universitario.…”