Desde los estudios de los formalistas rusos sobre el texto narrativo (Todorov, 1970, 1974: 175; García Berrio, 1973; Erlich, 1974) hasta la concepción actual, que considera una división del tiempo en tiempo objetivo y tiempo subjetivo (Ricoeur, 1987a, 1987b, 1978; Bobes, 1985: 150; Pozuelo Yvancos, 1988: 260 y ss.), así como la inclusión del tempo narrativo en el análisis del relato (Ortega, 1974; Baquero Goyanes, 1974: 234), el estudio del tiempo en la narración ha experimentado un considerable desarrollo, merced a las aportaciones de los diversos autores que han tratado este tema en los últimos años (Weinrich y ss.). Hoy en día, la coincidencia es general entre los diversos autores al referirse al tiempo objetivo, que sigue un orden lógico-cronológico en la historia y sufre una serie de transformaciones en el orden de los acontecimientos al plegarse la multiplicidad lineal de dicha estructura a las exigencias de sucesividad unilineal del discurso. En palabras de Todorov, "El problema de la representación del tiempo en el relato se plantea a causa de la diferencia entre la temporalidad de la historia y la del discurso. El tiempo del discurso es, en un cierto sentido, un tiempo lineal, en tanto que el tiempo de la historia es pluridimensional. En la historia, varios acontecimientos pueden desarrollarse al mismo tiempo; pero el discurso debe obligatoriamente ponerlos uno tras otro; una figura compleja se ve proyectada sobre una línea recta. De aquí deriva la necesidad de romper la sucesión "natural" de los acontecimientos, incluso si el autor quisiera seguirla con la mayor fideli-dad. Pero la mayor parte de las veces, el autor no trata de recuperar esta sucesión "natural" porque utiliza la deformación temporal con ciertos fines estéticos" (Todorov, 1974: 174). Estas observaciones se refieren a la disposición temporal dentro de una única historia. Sin embargo, y como hace notar Todorov, las formas narrativas más complejas contienen varias historias. Estas historias pueden leerse de varias formas, y los estudios referentes al cuento popular (Propp, 1974) nos ofrecieron ya dos: el encadenamiento (yuxtaposición de diferentes historias, viniendo asegurada la unidad por cierta similitud en la construcción de cada historia) y la intercalación (inclusión de una historia dentro de otra) representando 37