“…Además, presenta una mayor sensibilidad a las circunstancias de cada individuo que se articula a través de la phronesis o sabiduría práctica, que impide establecer una norma estricta que pueda aplicarse en todo contexto, lo que no supone caer en el relativismo, pues ello no implica evitar determinar una serie de principios y límites morales. c) La insufi ciencia metodológica de los dilemas de Kohlberg es superada por una variedad de estrategias en la educación del carácter (Berkowitz, 2011), que incluyen, por citar solo algunas, los propios dilemas, pero abarcan también otros, como la enseñanza directa del carácter y la ética; el aprendizaje cooperativo, el trabajo comunitario y el aprendizaje servicio, en diferentes niveles de enseñanza, que permite el desarrollo de virtudes sociales (Annette, 2005); el cuidado del ethos escolar (Ibáñez-Martín, 2017); la implicación familiar en el centro, especialmente cuando comparte y contribuye al desarrollo de la educación del carácter; el modelado (Carr, 1991;Kristjánsson, 2017a), en cuanto que no se puede enseñar lo que no se sabe ni se es; el diálogo o conversación (Kristjánsson, 2015), lo que Noddings (2002) incluía en su ética del cuidado como conversaciones formales o informales, que concretan los abstractos problemas planteados en los dilemas, alejados de la vida diaria de los jóvenes, aumentando de esta forma su practicidad; y el uso de narrativas literarias, que han sido la principal estrategia de educación moral desde las culturas clásicas (McIntyre, 1987), y que ponen de nuevo de relieve la dimensión afectiva de la educación moral y la insufi ciencia de las propuestas exclusivamente racionalistas, pues no enuncian principios morales directamente, sino que más bien cuestionan las ideas del lector u observador, aludiendo a nuestros prejuicios morales e incitándonos a reevaluarlos desde otras perspectivas normativas (Carr, 2005(Carr, y 2006b. d) La dependencia de los contextos culturales en la evaluación de los criterios morales es un asunto que la educación del carácter puede afrontar con ciertas garantías pues, al contrario de lo que pensaba Kohlberg (1981), la ética de la virtud no propone un listado cerrado de virtudes, sino que está abierta a las aportaciones de las diferentes culturas, si bien no excluye la posibilidad de identifi car una serie de disposiciones que están presentes en sociedades muy diversas (Arthur, 2016) y que, a pesar de las variaciones locales, mantienen un núcleo común que parece vincularlas al corazón del ser humano.…”