“…A este amplio proceso de desposesión de sus medios de trabajo al trabajador vino a sumarse, a partir de los años 1990 y 2000, el desarrollo de las biotecnologías aplicadas a los cultivos, y en primer lugar al maíz (Rendón- Aguilar, 2019), fomentando un movimiento de privatización de las semillas mismas y una modificación del núcleo de la vida que constituyen (De Ita, 2012). Como consecuencia de tales eventos, el cultivo tradicional del maíz se encuentra hoy ampliamente desplazado (Cerros, 2017) y trastocado, mientras que la planta está siendo reubicada en el centro de un complejo industrial dedicado a producir objetos nocivos a partir de la descomposición -o refinación -y del uso exacerbado y unilateral de los elementos que la componen (González, 2008;Romero, 2018), lo que repercuta en la salud de los consumidores, como ha quedado ampliamente documentado (Moreno-Altamirano, 2014;Sánchez-García, 2014).…”