“…En la misma línea, el modelo de desarrollo social incide en la interinfluencia de los agentes de socialización con las variables individuales del menor a través del clima familiar o el estilo educativo parental, la adaptación al grupo de iguales y el desempeño académico, junto a la reciprocidad de tales variables con las medioambientales donde se lleva a cabo la referida socialización (Bringas et al, 2010;López y Rodríguez-Arias, 2012). De esta manera, Funes (1996) habla del proceso de exclusión del menor en torno a mediadores que facilitarán la adquisición de pautas desajustadas de comportamiento, como crecer en condiciones socio-económicas precarias, una historia problemática con la institución escolar, un periodo evolutivo conflictivo o una respuesta inadecuada o marginadora del conjunto de sistemas sociales que le atiende; además estos factores de riesgo estarían asociados a mayores tasas de reincidencia (Ortega, García, Gil-Fenoy y Zaldívar, 2016), sin perder de vista el peso del factor ontogenético, situando la impulsividad o el déficit en competencias sociales y de resolución de problemas o los vínculos inseguros como elementos relevantes en la comisión de comportamientos delictivos (Moffitt et al, 2011) y sin olvidar el carácter dinámico de tales competencias a la hora de facilitar la adaptación social y la prosocialidad (Botija Yagüe, 2014;Sala y Ferrando, 2017). La intensidad y el tiempo de exposición al riesgo marcará el grado de vulnerabilidad a la comisión del delito (Navarro-Pérez y Pastor-Seller, 2017;Pitarch y Uceda, 2015).…”