“…Se trata de una doctrina que tiende a fragmentar los itinerarios clínicos cosificando a los pacientes en cuanto sujetos pasivos sobre los que intervenir. Estamos ante un patrón que parte de filosofías materialistas como las de Demócrito o Leucipo, para encontrar su piedra angular en perspectivas como el dualismo cartesiano, que divide mente y cuerpo (Hernández y De Maya, 2019), los enfoques transhumanistas, que pretenden curar el cuerpo de sus debilidades constitutivas (Saraceni, 2007), las perspectivas productivistas, que organizan el trabajo desde una lógica taylorista basada en el control de tiempos, o las nociones biopolíticas, que aspiran al control estatal de los cuerpos según necesidades del orden social y político (Foucault, 1990(Foucault, [1977; Scheper-Hughes, 1987). En contraposición, los enfoques humanístico-holístas suponen una nueva orientación que concibe el cuidado como un proceso continuo que cristaliza en una persona concreta, entendida ésta como un ente en el que, más allá de los cambios orgánicos, están implicados factores emocionales, psicológicos y socioculturales.…”