“…Desde finales del siglo XX las nociones de capital social y de redes han adquirido notoriedad como categorías y herramientas analíticas para el estudio de diferentes formas de acción colectiva y se han incorporado a los marcos conceptuales y metodológicos de distintas disciplinas de las ciencias sociales(HERREROS, 2002). Específicamente, tienen capacidad heurística y ofrecen un espacio analítico fértil para abordar el fenómeno migratorio(MAYA, 2002;PATULNY;HAASE-SVENDSEN, 2007;GOULBOURNE et al, 2010;RYAN, 2011;GILL;BIALSKI, 2011), y son innumerables las investigaciones que se pueden citar al respecto(RIVERA, 2016).Los modelos conceptuales abordan ambas nociones en una estructura aparentemente indisociable, y su despliegue y realización estarían condicionados por su interrelación(FONSECA et al, 2015), de modo que, en sus aspectos analíticos, aparecen como binomios que se enlazan y complementan. En los trabajos de Robert Putnam se enfatiza que las sociedades que despliegan redes sociales con altos niveles de capital social evidencian menos problemáticas que aquellas con pocas redes sociales y, por tanto, menores recursos de capital social(1993, 2003).En ese mismo sentido, FranciscoHerreros (2002) releva una distinción estructural que define al capital social como un conjunto de recursos disponibles para el individuo derivados de su participación en redes y relaciones sociales, que suelen ser intangibles.…”