Allí, un grupo de docentes procura transformar los muros de ladrillo por un entretejido poroso e intercultural que permita la circulación y apropiación de referentes de identidad histórica y cotidiana. Es un recorrido a lo largo de 17 años para reconocernos como docentes y aprendices, desde nuestras historias familiares y trayectorias de vida cotidiana. Describe nuestras transformaciones pedagógicas frente a la arremetida de la urbanización violenta sobre un territorio rural, pero también de asentamiento ancestral indígena. El análisis está centrado sobre nuestro ejercicio de retomar las sabidurías ancestrales como insumo, pero además las enseñanzas de las personas y familias que han llegado a este territorio, desplazadas por la violencia en Colombia.