“…Aunque estos apoyos han mostrado efectividad, en términos de las tasas de ingreso, retención y graduación de estudiantes de grupos socioeconómicos bajos y medios (Gil-Llambías et al, 2019;Treviño et al, 2014), la apertura social de las universidades de élite a estos grupos tiende a desarrollarse bajo dos premisas: primero, está limitada a un grupo específico de estudiantes, es decir, aquellos con "talento" o que demuestran un gran "esfuerzo" en el estudio, para reclutar a los "mejores de los mejores" (Reay et al, 2009(Reay et al, , p. 1114; con esto, promueven prácticas y discursos sobre la competencia, las habilidades innatas y la selección, y transforman el ideal de la "excepcionalidad meritocrática" como objetivo de la inclusión universitaria (Briones-Barahona & Leyton, 2020). En segundo lugar, la inclusión de clases bajas y medias en las universidades de élite se ha realizado, en general, sin transformar la cultura, el ethos, las políticas o los procesos de enseñanza de estas instituciones, lo que ha implicado que la mayoría de estos jóvenes se sientan "extraños en el paraíso" (Reay et al, 2009) y se confronten con diversos contratiempos e inadaptaciones.…”