“…Cowden &Abell (1963) observaron que el ultrasonido continuo a intensidades de 1w/cm 2 y 3w/cm 2 puede producir lesiones sobre algunos tejidos blandos, existiendo una relación directa entre la intensidad de la terapia y la severidad de la lesión, lo que es concordante con lo expresado por Kolios et al (1999), quienes observaron que la posibilidad de lesión de un tejido aumenta con la capacidad de atenuación de éste, quedando en evidencia entonces el efecto térmico de la terapia. Respecto a su efecto sobre los tejidos Chen et al (2005), demostraron un aumento en la expresión de colágeno tipo I y III, siendo concordante con la proliferación de fibroblastos y su activación en la secreción del material extracelular preconizado por Schencke & del Sol (2010), o su efecto sobre el músculo esquelético, donde el ultrasonido es capaz de regenerar precozmente las fibras musculares lesionadas (Bassoli, 2001). En el caso del tejido nervioso Habash et al (2006), y Monte-Raso et al (2006, calificaron al nervio espinal como una de las estructuras más sensibles a la hipertermia, produciendo el ultrasonido efectos positivos en su protección y reparación.…”