La distinción tajante que establece la teoría liberal entre democracias y dictaduras ha sido matizada desde diferentes perspectivas, entre ellas la que atiende a la manera en que ambas se relacionan con la opinión pública 1. Este artículo pretende repensarla desde el análisis histórico, que demostró hace tiempo que la democracia es compatible con la propaganda, aunque la utilice de formas peculiares. Jacques Ellul apuntó en plena Guerra Fría que la propaganda es un resultado de la sociedad y el Estado tecnológicos y un instrumento "normal e indispensable, incluso inherente" a un régimen democrático 2. En fechas más recientes, Alex Carey y Noam Chomsky han descrito cómo las grandes empresas de comunicación de los países occidentales colaboran con el gobierno en la tarea de "fabricar el consenso" y "quitarle el riesgo a la democracia" 3. Politólogos liberales como Terence Qualter y John Keane coinciden en que las democracias han controlado desde su origen la información para mantener el statu quo, un objetivo compartido por el poder y los mass media, y que el germen del Leviatán democrático sigue presente en nuestros días 4. Estos autores subrayan a la vez el papel crucial que tiene la propaganda en la democracia y el peligro de que "el vocabulario de la democracia liberal se use para enmascarar una realidad no democrática" 5. Este artículo aborda ambos problemas desde una perspectiva histórica, analizando el debate acerca de la propaganda y la censura estatales que se produjo en el Reino Unido entre 1914 y 1945, el periodo que Hobsbawm bautizó como "la era de la catástrofe" 6. El caso británico es especialmente relevante por al menos dos razones: primera, por afectar al régimen liberal más antiguo y consolidado del mundo-junto con los Estados Unidos, con los que compartía una cultura política similar nacida de la Glorious Revolution de 1688-y por representar "a liberal, uncensored society" en la Europa de entreguerras, cuando alcanzó la democracia plena con las reformas 7.