“…Pero lo considera también una puesta en relación con el otro y lo otro (el mundo, el texto, el lector), ya que quien practica el ensayo "no es el motivo central de la expedición" (Ibidem, p. 8). Ese vaivén ya había sido consignado en el prólogo a su primer volumen de escritos ensayísticos, Efectos personales (2001), y remite a una postura en sintonía con varios de los textos que se han tornado clásicos sobre el género (LUKÁCS, 1974;ADORNO, 2003;BENSE, 2014;STAROBINSKI, 2011, entre otros), bien como a reflexiones más recientes sobre su desarrollo en el continente (GIORDANO, 2005;WEINBERG, 2007WEINBERG, , 2017OLMOS, 2015OLMOS, , 2017. Del mismo modo, en la caracterización del ensayista como "viajero" cuya excursión es "ajena a las imposiciones", como alguien que "conecta libremente saberes dispersos" con el propósito de "razonar sus fervores" o "argumentar sus pasiones" (VILLORO, 2008, p. 8-9), pueden leerse otros tantos topoi que han devenido lugares consensuales en relación al discurso ensayístico: su forma fragmentaria, abierta, inconclusiva, su estatuto alterno en relación a la supuesta cientificidad de la crítica literaria , el valor atribuido al afecto como desencadenante de la lectura/escritura.…”