“…Las evidencias apuntan a que los mismos mecanismos que regulan los efectos de estrés crónico sobre los patrones de neurogénesis y de plasticidad en las diversas especies de mamíferos estudiados, ocurren en humanos y otros primates con una distribución por género similar (Arango, Kirkpatrick, & Koenig, 2001;Aydemir & Deveci, 2009;Bremner, 2006;Bremner et al, 2008;Brown, Rush & McEwen, 1999;Chambers et al, 1999;Cheniaux, Zusman, de Freitas, de Carvalho & Landeira-Fernandez, 2011;Coe et al, 2003;Lupie, King, Meaney & McEwen, 2001;Lupien et al, 1997;Lupien et al, 1999;Lyons et al, 2010;McEwen & Sapolsky, 1995;Mitoma et al, 2008). Se sabe, por ejemplo, que jóve-nes sometidos a abuso y maltrato infantil o criados por madres con sintomatología depresiva presentan amígdalas de mayor volumen (sin cambios en el volumen del cuerpo estriado o del hipocampo), en comparación con jóvenes que han crecido en condiciones normales (Lupien et al, 2011;Tottenham et al, 2010).…”