“…En esta línea, Bandura (1991) postuló ocho mecanismos diferenciados que posibilitan dar una lectura diversa a la conducta propia, reduciendo los posibles efectos del comportamiento ejecutado y permitiendo mantener intactos los principios morales de los sujetos sin que estos sientan necesidad de incurrir en cualquier tipo de reparación, evitando la autocensura, así como la experiencia del conflicto moral ejercido contra los demás (Russo et al, 2020). Estas estrategias psicológicas son: (1) justificación moral, la cual opera sobre la interpretación del comportamiento perjudicial, haciéndolo personal y socialmente aceptable al retratarlo al servicio de valiosos propósitos morales; (2) comparación ventajosa, mediante la cual las conductas inmorales pierden significancia y adquieren benevolencia al ser contrastadas con flagrantes atrocidades e inhumanidades; (3) lenguaje eufemístico, orientado a enmascarar actividades censurables, confiriéndoles un status respetable y benigno y restándole importancia a la seriedad y complejidad de la conducta dañina ejecutada; (4) desplazamiento de la responsabilidad, dirigida tanto a reducir el rol de agente ejercido en la conducta inmoral como a distorsionar la relación entre las acciones y los efectos que provocan; (5) difusión de la responsabilidad, a través de la cual se debilita el control moral al atribuir el daño causado al comportamiento de los demás; (6) distorsión de las consecuencias, dirigida a tergiversar y desacreditar la evidencia del daño moral causado, considerando que el efecto del comportamiento antisocial infringido es falso o exagerado; (7) deshumanización, focalizada en despojar a la víctima de sus cualidades humanas por medio de la atribución de cualidades bestiales, carentes de sensibilidad y sensatez; y (8) atribución de la culpa, la cual considera que la acción inmoral ha sido provocada y forzada por la víctima o las circunstancias ambientales.…”