Resumen-El artista austríaco Hundertwasser definió al edificio como la tercera piel del ser humano. Conforme a la OMS pasamos entre un 80 y un 90% de nuestro tiempo en espacios interiores, de modo que su salud condiciona la nuestra. Tanto la directiva europea EPBD, como su transposición a las normativas nacionales con el nuevo concepto de ECCN, así como otros certificados de eficiencia energética tipo Passivhaus, exigen un aumento de la estanqueidad de los edificios, de forma que la renovación de aire -la respiración del edificio -queda exclusivamente en manos de la ventilación y su regulación. Diversos estudios demuestran que el interior de los edificios puede estar del orden de 2 a 5 veces más contaminado que el exterior, además de que se vincula la adecuada calidad del aire interior, con la mejora en la productividad, bienestar y confort de trabajadores y usuarios. A los contaminantes del aire exterior, se le añaden contaminantes emitidos en el interior: desde el CO2, el formaldehído, los compuestos orgánicos volátiles, o incluso el gas radón. ¿Cómo podemos garantizar una buena calidad del aire? El artículo que aquí se presenta realiza un repaso por los principales parámetros que definen la calidad del aire interior en edificios, su origen y presencia. Se analiza su vinculación con la salud de los usuarios, así como las tecnologías disponibles para su medición. El objetivo es medir y monitorizar la calidad del aire en base a estos parámetros para posteriormente evaluar sus niveles de concentración y valorar su idoneidad en espacios habitables saludables. En el artículo se presentan varias experiencias de monitorización de viviendas y oficinas, tanto convencionales, como de alta eficiencia energética, donde se evalúa la concentración de contaminantes interiores, su vinculación con los materiales de construcción, acabado y equipamiento, así como el propio diseño de la instalación de ventilación existente. Se contrastan datos de monitorización de la calidad del aire interior con ensayos de laboratorio, que permiten verificar el grado de precisión de los dispositivos de monitorización de la calidad del aire interior utilizados, así como la concentración específica de contaminantes interiores como el formaldehído y determinados compuestos orgánicos volátiles presentes en el aire interior. Una de las principales conclusiones de los autores, es que la exactitud de la medida no es tan determinante como la evolución de la concentración de los contaminantes. La película es más relevante que la fotografía puntual, por lo que la monitorización permite obtener información que una medición puntual no garantiza. Ante esta circunstancia, se plantean las tecnologías IoT y la IA como la combinación perfecta para realizar un buen diagnóstico de la salubridad del aire, a través de la captación de datos, análisis y propuesta de soluciones, con posibilidad de regular los dispositivos involucrados.
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