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Resumen: El texto propone un diálogo entre fenomenología y teoría crítica, concretamente en Merleau-Ponty y Adorno. Sostenemos que la labor asignada por ellos a la filosofía pone en evidencia una concepción dialéctica de la experiencia en la que se reivindica el sentido de ésta como experiencia viva (lebendige Erfahrung). No obstante las fuertes objeciones dirigidas a la fenomenología por Adorno, Horkheimer y Marcuse, identificamos a modo de introducción la negatividad de la experiencia como rasgo característico en Husserl, Heidegger y Merleau-Ponty. En segundo lugar, nos ocupamos de la concepción de percepción como experiencia sensible en Merleau-Ponty, con el fin de precisar el sentido dialéctico de esta. En tercer lugar, señalamos la importancia que Adorno asigna al trabajo conceptual de la filosofía con el propósito de ver el sentido dialéctico de este que lo vincula a la experiencia viva de las cosas. Por último, identificamos a modo de conclusión puntos de encuentro en la concepción de la dialéctica en ambos autores y presentamos una reflexión sobre la actualidad de esta.
Nuestro punto de partida es el planteamiento de Merleau-Ponty de una ontología de lo sensible concebida como endo o intra-ontología. La exigencia de pensar al ser desde dentro del ser, hecha por esta ontología, implica reconocer la existencia de un vínculo originario – sensible – entre el sujeto y el mundo. Este vínculo es entendido como el ‘punto de cruce’ – de quiasmo – que defi ne nuestra existencia como ser en el mundo. Ser en el mundo es ser en el espacio como espacio vivido, espacio de experiencia. El aporte de Merleau-Ponty está en concebir una espacialidad originaria, no determinada solamente por nuestra existencia corporal, sino como parte constitutiva del mundo, del ser. El propósito de este trabajo es, en este contexto, mostrar que en la concepción ontológica de la experiencia sensible como experiencia de quiasmo – de reversibilidad – el espacio vivido se revela como un espacio habitado corporalmente. Este planteamiento lo desarrollamos en dos apartados generales: 1. Intra o endo-ontología y 2. El cuerpo como expresión o el habitar corporalmente en el espacio.
El presente trabajo se propone mostrar que en la filosofía de Merleau-Ponty y de Lévinas la vida del cuerpo (Leib) adquiere un rol decisivo en el reconocimiento de la alteridad del Otro. En la figura de la carne (chair) y del rostro (visage) Merleau-Ponty y Lévinas, respectivamente, encuentran la manera de hablar de una “dimensión profunda” del Otro y de nosotros mismos, irreductible a cualquier intento de objetivación. La “carne”, como el tejido sensible que nos ata al mundo, es carne del cuerpo del otro, la “expresión” misma de su ser sensible, así como el “rostro” del otro, su exterioridad, es la “expresión” misma de su alteridad. Ambos conceptos –carne y rostro– refieren, no un ser trascendental desprovisto de cuerpo, sino una trascendencia absoluta, incomparable, que es facticidad y sensibilidad. Sin embargo, para los autores la alteridad radical del otro se pone en evidencia en la experiencia del lenguaje. Nos preguntamos, entonces, de qué modo la palabra del otro, y nuestra propia palabra, expresan la alteridad radical del otro y hasta qué punto esta alteridad puede ser entendida como una alteridad corporal. En tres apartados buscamos dar cuenta de este planteamiento: 1. El cuerpo y el otro, 2. La carne y el rostro y 3. El otro y la palabra.
El cuerpo, para la ontología elaborada por Merleau-Ponty, tiene como rasgo esencial sostener una relación consigo mismo (Selbstbezug). El modo de darse esta relación consigo mismo del cuerpo no lo convierte en un objeto para sí mismo, ni tampoco en un sujeto que conduzca su sentido. La vida subjetiva del cuerpo no es la de un fundamento preestablecido — la idea del fundamento como Grund, como instancia última de explicación —, sino la de un sí mismo corporal (leibliches Selbst) que no es “coincidencia” consigo mismo — el sí mismo como aquello que es idéntico a sí (same, dasselbe) —, sino un sí mismo que es distinto de sí (self; Selbst). El sí mismo corporal se percibe a sí mismo como diferente. Se trata de un ser corporal dividido, escindido en sí mismo. El planteamiento que queremos hacer, en este contexto, consiste en concebir el tiempo corporal como movimiento de explosión (éclatemment), de fuga de sí mismo, en un presente que hunde sus raíces en el pasado y en el futuro, y en el que la vida subjetiva del cuerpo no es pura ausencia de sí a sí, vacío o negación de su ser. En dos apartados propongo dar cuenta de este planteamiento: 1) tiempo y cuerpo y 2) memoria corporal.
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