Los relatos, lejos de limitarse a la narración de historias, tienen un enorme potencial educativo. Un ejemplo paradigmático ha sido el valor pedagógico de las grandes epopeyas. En este trabajo se reivindica este potencial de la literatura, opacado por la racionalidad moderna primordialmente científico-técnica, que ha provocado que las humanidades en general sean relegadas en los planes curriculares en muchos ámbitos de la educación. El objetivo de este trabajo es reflexionar acerca de la educación que se desprende de la lectura de tres novelas románticas latinoamericanas cuyos títulos tienen nombres de personajes femeninos: María de Isaacs, Amalia de Mármol y Teresa de Orrego. Se aborda por una parte la importancia de estas novelas en la conformación de comportamientos sociales e identidades y, a partir del trabajo sobre esas obras, se procura justificar el potencial de la literatura aplicada a la educación.
Las investigaciones contemporáneas en psicología y neurociencia destacan la importancia de las emociones en la persecución de nuestros objetivos, la calidad de la deliberación y de nuestras relaciones sociales. La filosofía y la ciencia ya no ven a la razón como enfrentada a las emociones; su cooperación logra que nuestra racionalidad práctica se potencie. De ahí el interés en la búsqueda de herramientas que permitan educar nuestras emociones. A partir de investigaciones psicológicas, neurológicas y filosóficas sobre las emociones, este artículo postula, desde la filosofía de la educación, ciertos elementos cruciales para permitir la implementación de una educación emocional, entre ellos la autorreflexión, las narraciones y la metodología educativa de la comunidad de indagación, que incluye los dos elementos anteriores.
El artículo propone definir la integridad moral a partir de la autorreflexión, la meta emoción y la identidad. Se parte de la autorreflexión de H. Frankfurt y se amplía su evaluación de los deseos mediante los conceptos de autorreflexión débil y fuerte de C. Taylor. Si bien las emociones tienen relevancia en la motivación, lo que cuenta para evaluar la reflexividad de alguien son sus acciones. Se plantea que las emociones, aun sin cristalizar en acción, son relevantes para determinar la identidad moral. Así mismo, se presentan las metaemociones como un tipo de deseo de segundo orden que no se enlaza necesariamente a la volición, pero que tiene potencial similar a las voliciones de segundo orden. Se propone considerar a las emociones morales, según las define C. Korsgaard, como equivalentes a las metaemociones que, junto con las razones, determinan la integridad moral.
La educación democrática se propone la formación de ciudadanos autónomos, lo cual debería incluir una educación emocional. Confiar esta tarea completamente a la escuela implica desestimar a la familia como ámbito educativo. La Comunidad de indagación (CI), metodología que apunta al pensamiento crítico, tiene además potencial para trabajar sobre las emociones que están en la base de las disposiciones sociales. Nuestro objetivo fue introducir la CI en la familia a través de la capacitación de un grupo de Maestros Comunitarios, que en Uruguay visitan hogares vulnerables siguiendo el progreso de los alumnos. Exponemos los fundamentos y resultados de esa experiencia.
Human development requires the education of autonomous citizens, capable of critically approaching their opportunities. However, if this is left to the school alone, the children’s most important educational environment—the family—is neglected. The Community of Inquiry (COI), developed by Matthew Lipman into an educational methodology, aims at educating students to be critical citizens by developing habits of mind through collaborative philosophical inquiry. The research reported here was targeted at introducing the COI into the family, particularly addressing the intersubjective relationships among participants. In Uruguay, ‘Community Teachers’ visit disadvantaged homes to follow children’s progress and to increase the retention rates. Two Participatory Action Research activities were implemented in 2012 and 2016, in which sixty Community Teachers were trained in the COI methodology and applied it to their work with families. The observations made suggest the COI can support the promotion of human development from the very heart of the family.
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