No abstract
Manuel de Montolíu —un joven filólogo catalán formado en geografía lingüística y dialectología— dirigió el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires en 1925. En su agenda de conferencias y actividades al frente del organismo estuvo la proyección de una obra lexicográfica: el Diccionario del habla popular argentina, una empresa inacabada que devendría prestigioso material de referencia para trabajos posteriores relativos a la descripción de las variedades dialectales (Kovacci 2003; Barcia 2004). La iniciativa fue acompañada por la incorporación de la perspectiva idealista como modelo teórico del Instituto, un proceso que se consumaría paulatinamente, tiempo después, durante la extensa gestión de Amado Alonso entre 1927 y 1946 (Toscano y García 2011; Battista 2013a). Gracias a ello, pudieron pasar a formar parte del abanico de investigaciones del centro argentino fenómenos tales como el contacto del español con las lenguas indígenas e inmigratorias, y las variedades no cultas (“populares”) del español americano. Nuestro trabajo analiza —desde el marco teórico de la historiografía lingüística (Swiggers 2009)— dos grupos de documentos: por un lado, una serie de intervenciones con las que Montolíu (1925a; 1925b; 1926a; 1926b) presentó el programa de trabajo que debía dar lugar a la elaboración del Diccionario; por otro, una serie de intervenciones de tres intelectuales del ámbito argentino —Almanzor Medina (1928), Arturo Costa Álvarez (1929b)y Vicente Rossi (1932)— que, desde una posición externa al Instituto, ofrecieron una postura crítica frente al saber técnico y modernizador del filólogo catalán, dado que consideraban que la labor de este no dejaba de concebir el habla de los argentinos como un mero desprendimiento de la norma culta castellana.
La crítica acuerda en otorgar un valor simbólico a la publicación del Curso de lingüística general (1916) de Saussure (Benveniste, 1980; Koerner, 1982; Thibault, 1997; Engler, 2004; Joseph, 2012), pues considera que los postulados fundacionales y las asunciones epistemológicas de la obra han conllevado sustanciales modificaciones en el desarrollo moderno de la disciplina. El surgimiento de la lingüística en Argentina a partir de la creación del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires no estuvo ajeno a la impronta epistemológica de corte saussureano. En sintonía con el clima de opinión de la época (Becker, 1971) —signado por el debate entre positivismo e idealismo como dos perspectivas antagónicas para el estudio del lenguaje—, la actividad del Instituto durante su etapa de emergencia y consolidación (1922-1946) procuró evaluar (e incorporar) los aportes de las teorías lingüísticas contemporáneas. Así, en determinadas intervenciones de Manuel de Montolíu (1926a, 1926b) y Amado Alonso (1928, 1932, 1943, 1945) —dos directores del organismo— podemos relevar una primera recepción y (eventual) difusión del Curso. Específicamente, estos dos filólogos españoles en principio asimilaron en clave de modernización científica el pensamiento saussureano, pues consideraron que era representativo de una visión espiritualista del lenguaje; luego, en sucesivas contribuciones, Alonso practicó nuevas lecturas e interpretaciones de la obra hasta que, en 1945, cuando prologó la traducción española que él mismo efectuó, dejó bien en claro que el Curso encarnaba, a su criterio, la consagración del positivismo.
La crítica acuerda en otorgar un valor simbólico a la publicación del Curso de lingüística general (1916) de Saussure (Benveniste, 1980; Koerner, 1982; Thibault, 1997; Engler, 2004; Joseph, 2012), pues considera que los postulados fundacionales y las asunciones epistemológicas de la obra han conllevado sustanciales modificaciones en el desarrollo moderno de la disciplina. El surgimiento de la lingüística en Argentina a partir de la creación del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires no estuvo ajeno a la impronta epistemológica de corte saussureano. En sintonía con el clima de opinión de la época (Becker, 1971) —signado por el debate entre positivismo e idealismo como dos perspectivas antagónicas para el estudio del lenguaje—, la actividad del Instituto durante su etapa de emergencia y consolidación (1922-1946) procuró evaluar (e incorporar) los aportes de las teorías lingüísticas contemporáneas. Así, en determinadas intervenciones de Manuel de Montolíu (1926a, 1926b) y Amado Alonso (1928, 1932, 1943, 1945) —dos directores del organismo— podemos relevar una primera recepción y (eventual) difusión del Curso. Específicamente, estos dos filólogos españoles en principio asimilaron en clave de modernización científica el pensamiento saussureano, pues consideraron que era representativo de una visión espiritualista del lenguaje; luego, en sucesivas contribuciones, Alonso practicó nuevas lecturas e interpretaciones de la obra hasta que, en 1945, cuando prologó la traducción española que él mismo efectuó, dejó bien en claro que el Curso encarnaba, a su criterio, la consagración del positivismo.
Nuestro trabajo tiene un propósito doble. Por un lado, buscamos analizar el “modo de historización” (Auroux, 2006) desplegado por Noam Chomsky en su Lingüística cartesiana (1966), una obra de fuerte motivación propagandística en la que procuró interpretar el devenir de ciertas ideas sobre el lenguaje que, a su criterio, actuaron como antecedentes de la gramática generativa; según observamos, al valorar los hechos del pasado desde la óptica de su tiempo, Chomsky incurrió en la “falacia del historiador whig” (Butterfield, 1931; Kragh, 1987), dando lugar a una representación absolutamente selectiva, anacrónica, auxiliar y deliberadamente funcional a su propuesta teórica. Por el otro, procuramos recuperar el escenario en el que irrumpió la obra, cuya inadecuación metodológica fue tan marcada en términos historiográficos que contribuyó a la apertura de un debate específico (Aarsleff, 1970; Koerner, 1978; Newmeyer, 1980; entre otros) en el que es posible identificar la emergencia y consolidación de los fundamentos epistemológicos de la historiografía de la lingüística.
In this article we analyses three works of Mariano Larsen (1821-1894): teacher, translator, theologian and historian of broad participation in the Argentine intellectual sphere in the second half of the XIXth century. His publications –América Antecolombiana (1865), “Filología Americana. La lengua quichua y el doctor López” (1870) and “Apéndice sobre las lenguas quichua, aimara y pampa” (1882)– have historiographical value in at least three dimensions: first, because they are part of a series in which we identify Larsen’s philological work; second, because they show how the scientific world of nineteenth-century considered the rigorous methodology of historical-comparative linguistics; and, finally, because they are discursive practices that exhibit the way in what the science of language can be used for political purposes (Del Valle & Stheeman 2004, Ennis 2018, Battista 2019a). According to our observations, in order to explain the ethnic affiliations between the American Indians and the Asian and European peoples, Larsen resorted to linguistic comparison; specifically, through the reconstruction of Pelasgo-Greek, Sanskrit-Quichua and Araucano-Pampas words, he used the science of language to support his interpretations of the migrations. We consider that, by transforming “mythical names into words”, the philology practiced by Larsen was, following Agamben (1978) terminology, a kind of “critical mythology”.
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