En este artículo se discute las tendencias y tópicos dominantes en la historiografía sobre la enfermedad en América latina moderna. Las tendencias dominantes son la historia sociocultural de la enfermedad, la historia de la salud pública y la nueva historia de la medicina. Los tópicos más trabajados son el estudio de las epidemias, el de la transmisión de saberes desde el centro a las áreas periféricas, la medicina tropical y las dimensiones socioculturales de la enfermedad.
Resumen En la década de 1990, algunos estudios subrayaron la dominante presencia de la eugenesia positiva en la Argentina moderna. Enfatizaban en el lugar marginal que en los discursos eugenésicos tuvieron los violentos métodos de selección. En los últimos años esta perspectiva ha sido revisada, señalando la viscosidad conceptual de la eugenesia y la presencia de discursos eugenésicos negativos. Este artículo comenta estos avatares historiográficos y también se detiene en las narrativas que estas perspectivas han articulado respecto del problema de la esterilización y regulación del matrimonio de quienes padecían tuberculosis en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XX. Con ese ejemplo se intenta remarcar la necesidad de tensionar discursos y prácticas en cualquier empeño por entender el pasado.
EDITORIAL / EDITORIAL ¿Qué historia de la salud y la enfermedad?What history of health and disease? Narramos la historia -cualquiera sea su énfasis, y aquí naturalmente incluyo la historia de la salud y la enfermedad-del mejor modo que podemos. No es una proposición complaciente a cualquier cosa, a un vale todo. Tengo mis predilecciones, gustos, prioridades, reservas. Me interesa la historia bien narrada que busca analizar el pasado contextualizando eventos y circunstancias, hilvanándolos entre sí de modo de poder reconstruir y explicar procesos.Si hay algo que intentan hacer algunos historiadores -me gustaría ser considerado parte de ese grupo-es lidiar con el pasado como una totalidad donde cuentan discursos, políticas y experiencias. No es fácil hacerlo. De una parte, se trata de mirar lo que ya pasó como una suerte de mundo complejo, contradictorio y multifacético. De otra, se trata de reconstruir ese pasado con evidencias dispares, discontinuas, sesgadas e incompletas que luego se entretejen con más o menos sofisticación. Allí están de las evidencias estadísticas -que organizan la realidad de una cierta forma-a los discursos de los políticos, que muchas veces son solo discursos y no políticas efectivamente aplicadas para incidir en la realidad. Del registro periodístico -que no es necesariamente un cuidadoso espejo de los aconteceres cotidianos-a las reconstrucciones más o menos ficcionales que ofrecen los relatos literarios. De los recuerdos individuales o grupales -esto es, memoria histórica, que no es sinónimo de historia-a las imágenes desplegadas en una foto, una escena de una película o una propaganda. Del mundo de las ideas formuladas con más o menos claridad -las que apuntan a cambiar las cosas en algún sentido y las que apuntan a mantenerlas tal como están-al de las ideologías -que vanamente se pretenden consistentes, omnicomprensivas, sin fisuras. De las acciones u omisiones de instituciones y el Estado -a veces muy poco significativas en la vida cotidiana, otras no-a las de las organizaciones sociales, con frecuencia dispuestas a invocarse la obligación y el derecho de hablar en nombre de la gente o de un cierto grupo. La lista puede seguir porque todas esas evidencias son útiles, especialmente si se hace un uso crítico de ellas. Disponer de una, cien o mil de esas evidencias puede ser irrelevante si quien las lee no aspira a contextualizarlas. Claro que es mejor tener muchas, pero es bueno tener presente que la acumulación de datos sin interpretación está más cerca del anticuariato que de la historia. Sin duda, los datos y eventos adquieren relevancia cuando son parte de procesos.En ese empeño por contextualizar, los historiadores -al menos algunos de ellos-también trabajan con marcos teóricos y tratan de ser más o menos consistentes metodológicamente. Pero lo hacen con mucha cautela. Abrevan en diversas tradiciones y evitan encorsetar la compleja trama del pasado usando y abusando de las teorías y metodologías, tanto las de turno, como las que tuvieron su momento de gloria y ya perdieron relevan...
RESEÑA HISTÓRICA / HISTORIC REVIEWS RESUMEN Aferrándose a las altas expectativas generadas por el discurso del progreso y las promesas de la ciencia, la higiene fue una suerte de gran consejera, de experta en el arte de observar, corregir, mejorar o tratar de cambiar radicalmente la salud del cuerpo social en su conjunto. En ese contexto llegó incluso a imaginar ciudades alternativas o utópicas. Emilio Coni, probablemente el higienista argentino más destacado de fines del siglo XIX y comienzos del XX, imaginó una de esas ciudades. Las notas que siguen contextualizan su "Ciudad argentina ideal o del porvenir", cuyo texto original -publicado por primera vez el 3 de abril de 1919 en La Semana Médica-se reproduce.
EDITORIAL / EDITORIAL ¿Qué historia de la salud y la enfermedad?What history of health and disease? Narramos la historia -cualquiera sea su énfasis, y aquí naturalmente incluyo la historia de la salud y la enfermedad-del mejor modo que podemos. No es una proposición complaciente a cualquier cosa, a un vale todo. Tengo mis predilecciones, gustos, prioridades, reservas. Me interesa la historia bien narrada que busca analizar el pasado contextualizando eventos y circunstancias, hilvanándolos entre sí de modo de poder reconstruir y explicar procesos.Si hay algo que intentan hacer algunos historiadores -me gustaría ser considerado parte de ese grupo-es lidiar con el pasado como una totalidad donde cuentan discursos, políticas y experiencias. No es fácil hacerlo. De una parte, se trata de mirar lo que ya pasó como una suerte de mundo complejo, contradictorio y multifacético. De otra, se trata de reconstruir ese pasado con evidencias dispares, discontinuas, sesgadas e incompletas que luego se entretejen con más o menos sofisticación. Allí están de las evidencias estadísticas -que organizan la realidad de una cierta forma-a los discursos de los políticos, que muchas veces son solo discursos y no políticas efectivamente aplicadas para incidir en la realidad. Del registro periodístico -que no es necesariamente un cuidadoso espejo de los aconteceres cotidianos-a las reconstrucciones más o menos ficcionales que ofrecen los relatos literarios. De los recuerdos individuales o grupales -esto es, memoria histórica, que no es sinónimo de historia-a las imágenes desplegadas en una foto, una escena de una película o una propaganda. Del mundo de las ideas formuladas con más o menos claridad -las que apuntan a cambiar las cosas en algún sentido y las que apuntan a mantenerlas tal como están-al de las ideologías -que vanamente se pretenden consistentes, omnicomprensivas, sin fisuras. De las acciones u omisiones de instituciones y el Estado -a veces muy poco significativas en la vida cotidiana, otras no-a las de las organizaciones sociales, con frecuencia dispuestas a invocarse la obligación y el derecho de hablar en nombre de la gente o de un cierto grupo. La lista puede seguir porque todas esas evidencias son útiles, especialmente si se hace un uso crítico de ellas. Disponer de una, cien o mil de esas evidencias puede ser irrelevante si quien las lee no aspira a contextualizarlas. Claro que es mejor tener muchas, pero es bueno tener presente que la acumulación de datos sin interpretación está más cerca del anticuariato que de la historia. Sin duda, los datos y eventos adquieren relevancia cuando son parte de procesos.En ese empeño por contextualizar, los historiadores -al menos algunos de ellos-también trabajan con marcos teóricos y tratan de ser más o menos consistentes metodológicamente. Pero lo hacen con mucha cautela. Abrevan en diversas tradiciones y evitan encorsetar la compleja trama del pasado usando y abusando de las teorías y metodologías, tanto las de turno, como las que tuvieron su momento de gloria y ya perdieron relevan...
During the first three decades of the 20th century, in the fervor of urban change that transformed Buenos Aires into a metropolis, poetry, cinema, theater, and the lyrics of the tango repeatedly portrayed the path of muchachas de barrio who, by taking to nightlife and the downtown cabarets, placed their stakes on a society where social ascent--limited yet real--was part of the urban experience. For the most part written by men, the lyrics speak of these journeys in a tone of censure and tuberculosis is cast as a form of punishment for these young women who dared to question ther place in the domestic world and the world of the barrio. The tango thus offers its audience not only a highly moralizing account but also paints an image of an illness that seems unique to women although it in fact affected male and female alike.
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